Continuamente conocemos a
gente nueva. Algunos, solo están de paso, otros pasan para quedarse.
Cuando conocí a Buru hace poco más de dos años, sabía que quería
que él fuera de estos últimos.
No solo compartimos
trabajo, también el amor por la montaña. Y es que en eso, él es
todo un veterano. Antes de que estuviera de moda correr en la
montaña, él conocía muchas de las cumbres a las que ahora vamos
con dorsal. Me encanta cuando nos ponemos la mochila y la llenamos de
kms sin prisas, de esos que dejan con ganas de más.
Retrato robot de Buru |
En otros países muchos
picos están coronados por bellos carteles que él no ha dudado en
plantar a los largo de nuestra geografía. Ya hay muchos, pero espero
que sean más, porque no solo son trozos de madera con un nombre y
una altimetría, son obras de un artesano, que trata de despertar en
los demás el mismo amor y respeto que él siente por la montaña.
Curiosamente, antes de que se cruzaran
nuestros caminos, me encantaba el cartel del Cerro Garabitas en Casa
de Campo. ¡Imaginaros mi sorpresa al conocerle y saber que lo había
hecho él! Meses después lo robaron. Cada vez que paso por allí
siento que a Casa de Campo le falta algo.
Si queréis conocer más
sobre su manera de ver el monte y la vida, no dejéis de echar un
vistazo a este enlace:
Y si vais a la montaña,
mirad a vuestro alrededor porque a lo mejor encontráis madera y
viento de las manos de Buru.
Gracias por tu amistad
niño, me arrancas una sonrisa todos los días